Viajes

¿Por qué elegimos destinos con piedra y agua?

Por:

Milagro Pereyra Iraola

La respuesta corta: empezó como un capricho, hoy tiene fundamento.

Hace un mes, en uno de los mejores recreos de mi vida —aka, metiéndome al mar mientras miraba un morro salir del medio del Atlántico—, un claner me preguntó: “Está buena la idea de la piedra y el agua, pero... ¿por qué se te ocurrió?”

Le di mi respuesta de siempre: cuando empecé la vida nómade y descubrí que podía trabajar desde cualquier lugar, noté un patrón. Mis destinos favoritos para pasar temporadas trabajacionando tenían algo en común: piedra y agua. 

Estos eran los lugares a los que volvía una y otra vez, y cuando imaginé CLAN, cuando soñé con hacer hogar en distintos rincones del mundo, esos mismos destinos volvieron a aparecer. 

Fue evidente: ahí es donde tenía que suceder.

Con el tiempo, entendí que no era solo una corazonada. Hay razones más profundas por las que me siento tan bien en esos lugares. Soy psicóloga, y muchas veces escuché y leí sobre lo que nos pasa —a nivel mental y emocional— cuando estamos rodeados de piedra y agua.

Estudios muestran que las formaciones rocosas, como montañas o acantilados, despiertan sentimientos de asombro (awe), lo que está relacionado con un mayor bienestar, un sentido ampliado de conexión con el todo, y una reducción del ego. 

Según la Teoría de la Restauración de la Atención (Kaplan & Kaplan), los paisajes naturales —incluyendo las rocas— ayudan a recuperar la energía mental. Sus texturas, colores y formas actúan como estímulos suaves, captan nuestra atención sin exigirla. 

Además, la piedra tiene un peso simbólico y antropológico fuerte: fue hogar (cuevas), refugio, arma, escultura, altar. Estar en contacto con la piedra nos conecta con algo ancestral y arquetípico, parte de nuestra historia evolutiva.

Por otro lado, pasar tiempo cerca del agua también tiene efectos comprobados. Disminuye el cortisol (la hormona del estrés), mejora el estado de ánimo y activa el “default mode network”: ese modo mental en el que nos volvemos más creativos, introspectivos y resolutivos. 

El sonido y la vista del agua inducen un estado meditativo, ayudando al cerebro a entrar en ritmos sensoriales similares a las ondas alfa, asociadas con calma y enfoque suave. La teoría de restauración también aplica acá: el agua captura nuestra atención de forma involuntaria, facilitando la regeneración cognitiva.

Así que no, la elección de piedra y agua no es solo un capricho de Mila. 

Para quienes trabajamos remoto, muchas horas desde casa, muchas horas frente a la compu, muchas horas creando en soledad y enfrentando deadlines exigentes, pasar una semana en un destino así es un regalo para el cerebro. Le devuelve la energía que necesita para crear mejor.

Así que, dicho esto, nuestras próximas experiencias en estos destinos alucinantes con piedra y agua, te esperan para experimentarlo vos también. 

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“La rutina se ve distinta cuando hay bosque, mar o montaña del otro lado de la ventana.”